Como ya es habitual en mi blog, y como deferencia a las personas que prefieren escuchar a leer, aquí dejo el enlace al vídeo del texto.
Sucede como en la época siguiente a la muerte de Franco: con cierta frecuencia se hablaba y escribía sobre el «ruido de sables», haciendo referencia a la tensión y descontento entre los mandos del ejército por los para ellos inquietantes sucesos o movimientos que se producían en la sociedad, haciendo peligrar el montaje franquista.
Aquí, cada invierno, aunque se sepa que es la época propicia para los procesos respiratorios agudos, sobre todo desde los últimos años (y se puede imaginar por qué), se oyen los ruidos de sables producidos desde el aparato médico-sanitario.
Las hemerotecas no fallan. Cada año que se quiera mirar en la prensa escrita, se puede comprobar el atasco, la saturación hospitalaria ante la avalancha epidémica de la gripe y sus compinches. Hay identificadas más de 200 variedades de sustancias víricas relacionadas con la producción de cuadros respiratorios agudos acompañados de otra sintomatología más vaga: dolores generalizados, articulares, musculares, cansancio, fiebre…
Estos cuadros afectan a personas de todo tipo de edades… En general, son de pronóstico leve, pero generan cuadros más graves en personas con otros deterioros previos. Y también, en menor número, tristemente sirven de desencadenante de fallecimientos. Esta evolución tan desagradable se produce generalmente en personas que ya están en la última fase de su vida y cuyos sistemas de defensa inmune ya están debilitados.
Se ha comprobado hasta la saciedad la ineficacia de los diversos intentos para prevenir estos picos epidémicos. Las vacunas fallan más que las escopetas de feria. Para evitar que una persona contraiga este tipo de cuadros respiratorios es necesario vacunar a muchísimas personas.
Esto quiere decir que estar vacunado de la gripe no exime de la posibilidad de pasar por el aro de unos días hechos polvo en la cama. Más aún: las personas vacunadas de gripe, en el caso de padecerla, son «hipercontagiadores», al expulsar una carga viral 6’3 veces superior a las personas no vacunadas.
Y, por si fuera poco, todo esto no es gratis. Además del costo económico para las arcas del estado, está el asunto de los efectos adversos. No es que todo el mundo vacunado tenga que sufrirlos pero no son nada desdeñables. Y no lo digo por la ingente cantidad de casos de personas que sufren de procesos catalogados como «pseudogripales» justamente después de ser inoculados.
¿Casualidad? No, ¿Se notifican para computarlos en las estadísticas de las agencias estatales correspondientes? Tampoco.
De todas formas, me importan más los efectos adversos más graves, generalmente relacionados con los adyuvantes de la vacuna. Es curioso que en las vacunas preparadas para la gente mayor, les pongan dosis doble de antígenos junto a los mismos adyuvantes tóxicos.
¿Cuántos años se lleva vacunando a la población mayor de 60 años con campañas institucionalizadas? ¿Se ha visto que la incidencia de la gripe y su mortalidad hayan disminuido en tal proporción? ¿Por qué, tradicionalmente, los médicos apenas nos vacunamos de la gripe?
Ahora viene lo más ridículo. Se le echa la culpa del fenómeno gripal a las reuniones familiares de Navidad. ¿No se sabe que, de forma general, los picos gripales más intensos no se producen justamente por Navidad sino entre los meses de enero y febrero? ¿Y que cada año puede comportarse de forma diferente? ¿Será porque un año le damos un beso a la suegra… y otro año le damos dos y un achuchón?
¡¡Qué ridículos que son!!
¿Prefieren ordenar un enmascaramiento y un distanciamiento impersonal y generalizado de la población para que se repita la barbarie vivida durante la falsa y provocada pandemia covid? ¿No se han enterado todavía de las crueles consecuencias sufridas por la población?
Como toda la vida se ha hecho, si me siento tocado por un proceso de éstos, me quedaré en casita y no me uniré a la celebración familiar. Acompañaré al cuadro febril en sus diversas fases junto al tradicional «caldico y quietud», dejando que mi sistema inmune restablezca el orden en mi interior.
Los médicos hemos aprendido en las facultades de Medicina aquello de que «una gripe se pasa con medicación en una semana… y sin ella en siete días». ¿«Capito»? Pues menos cuentos del lobo feroz, por favor.
Salud para ti y los tuyos