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Agustín García Calvo sugiere en su reflexión que la enfermedad no es algo que simplemente sucede en el cuerpo o en la biología aislada de la mente, sino que reside en un proceso de conciencia. Es en la conciencia donde surge la noción de enfermedad, y es en ella donde se genera el espacio para experimentarla. En este sentido, la enfermedad no es un objeto externo que simplemente invade al individuo, sino un fenómeno que se construye desde la percepción, el pensamiento y la interpretación que el ser humano hace sobre su propio ser.

Para entender esta proposición de García Calvo, debemos considerar primero qué significa la conciencia en este contexto. La conciencia no es solo la capacidad de percibir lo que ocurre dentro de nosotros y fuera de nosotros, sino también la capacidad de reconocer, nombrar y, en cierto modo, "darle existencia" a lo que ocurre. La enfermedad, entonces, no es solo un conjunto de síntomas biológicos, sino una construcción mental que aparece cuando el sujeto comienza a interpretarla como tal. La conciencia de que algo está mal en el cuerpo o en la mente, la capacidad de etiquetar esa sensación como "enfermedad", es lo que hace que se convierta en algo real y experimentado por el individuo.

Este análisis lleva a una reflexión más profunda sobre la naturaleza de la realidad. Si la enfermedad está en la conciencia, entonces no solo las enfermedades físicas tienen una dimensión psicológica, sino que todo lo que consideramos real y verdadero en nuestra existencia está mediado por el filtro de nuestra percepción. Esto abre la puerta a una interpretación más fluida y menos rígida de la realidad, donde los límites entre lo físico, lo emocional y lo mental son difusos y permeables. La enfermedad deja de ser simplemente un fenómeno biológico y se convierte en un fenómeno profundamente existencial, que implica cómo nos posicionamos ante la vida, cómo vivimos nuestra corporalidad, cómo interpretamos las señales del cuerpo y cómo esas interpretaciones influyen en nuestra salud y bienestar.

La enfermedad, entonces, se relaciona no solo con un malestar físico, sino también con una crisis en nuestra relación con nosotros mismos, con nuestra conciencia del cuerpo y con la estructura de nuestro ser. La conciencia de la enfermedad puede transformarse en un sufrimiento adicional, un sufrimiento que no es necesariamente causado por la patología en sí misma, sino por el modo en que nuestra mente se enfrenta a ella. En muchas ocasiones, el sufrimiento se incrementa porque la enfermedad es vista con temor, rechazo, desesperación o lucha. Es la conciencia de la enfermedad lo que intensifica la experiencia de dolor o malestar.

García Calvo señala, además, que la conciencia de que "podemos tenerla", es decir, la conciencia de que podemos enfermarnos, refuerza aún más la experiencia de la enfermedad. Esta anticipación o miedo al futuro, esta presencia de lo posible, actúa como una forma de auto-anticipación. La conciencia de que la enfermedad puede ocurrir genera en la mente una especie de preparación, de expectativa, que no solo afecta nuestra percepción del futuro, sino nuestra vivencia del presente. De alguna manera, nos predisponemos a enfermar, no solo por los factores biológicos o externos, sino por nuestra forma de ver el mundo y nuestra disposición mental frente a él.

La "enfermedad en la conciencia" también plantea preguntas sobre el poder de la mente en la curación o en la gestión del sufrimiento. Si la conciencia tiene tal peso sobre nuestra experiencia de enfermedad, ¿sería posible alterar la percepción y, por lo tanto, alterar la experiencia misma de la enfermedad? Si el sufrimiento de la enfermedad está vinculado a la forma en que la interpretamos y la vivimos en nuestra mente, ¿existe una manera de transformar esa relación para que la enfermedad pierda parte de su poder sobre nosotros? Esta es una cuestión que va más allá de la medicina convencional y se adentra en territorios de la psicología, la filosofía y la espiritualidad.

En última instancia, la reflexión de García Calvo sobre la enfermedad en la conciencia invita a pensar la salud y la enfermedad no solo como cuestiones de la biología, sino como fenómenos profundamente ligados a la forma en que habitamos nuestra propia existencia. Nos cuestiona sobre la relación entre mente y cuerpo, entre lo que percibimos y lo que realmente es, y sobre cómo nuestra conciencia, con sus temores, expectativas y creencias, puede formar una parte fundamental de nuestra experiencia del mundo.

Este enfoque también abre un espacio para la compasión y la autoaceptación, ya que nos invita a reconocer que la enfermedad no es simplemente un castigo ni algo que nos ocurre de manera externa e implacable, sino una dimensión de nuestra existencia que está ligada a nuestra forma de estar en el mundo. Al entender que la enfermedad es, en parte, un fenómeno consciente, podemos aprender a relacionarnos con ella de una manera más plena y menos destructiva, permitiendo que el sufrimiento sea gestionado no solo a través de los medios externos, sino también a través de un cambio interno de percepción y actitud.

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