No me creo nada

Una de las consecuencias que me ha dejado el lío plandémico ha sido ahondar mi ya existente escepticismo ante todo lo que me llega del exterior.

Como ya es habitual en mi blog, y como deferencia a las personas que prefieren escuchar a leer, aquí dejo el enlace al vídeo del texto.

No sé si ya estamos inmersos en la Era de Acuario o nos queda algo de tiempo para entrar. Hasta los propios astrólogos están en desacuerdo. Yo, aunque manejo la Astrología desde hace muchos años con cada una de las personas que me piden algún tipo de ayuda, no entro en ese tipo de disquisiciones y me dedico a usar la herramienta allí donde veo que puede favorecer en algún tema.

Lo que sí podemos tener claro es que los 26.000 años que dura el recorrido por todo el ciclo astrológico, si los dividimos en los 12 signos zodiacales, a razón de 30 grados por signo, en el cálculo salen algo más de 2.160 años por signo.

Repito. No sé si estamos ya en la Era de Acuario, con los principios que se muevan relacionados con ese arquetipo, pero en lo que no hay duda es que el planeta Plutón hace muy poco tiempo que se ha instalado de forma estable en el signo de Acuario. y va a permanecer ahí, recorriéndolo, alrededor de 20 años.

No os preocupéis que no os voy a soltar una chapa de contenido astrológico. Sólo he intentado construir el inicio argumental de este escrito, teniendo en cuenta que allá por donde pasa Plutón se arma una buena. Esto se puede entender dado que este planeta, al que algunos le han quitado la categoría de planeta y otros lo han sacado «a la brava» del área del propio Sistema Solar, nos habla de la vida y de la muerte, el final de algo, en dar por finalizado algo ya caduco instaurando un nuevo renacer.

En los anteriores 20 años, Plutón ha resquebrajado el sistema de gobierno de las naciones, todo orden establecido… Y lo que no ha podido destruir, lo ha puesto como una manga al revés, de cara a mostrar la verdadera realidad caduca del proceso para que dé sus últimos coletazos.

Con Plutón en Acuario, se trata, entre otras muchas cuestiones, de dar un golpe más o menos definitivo a esta farsa en la que vivimos. Acuario nos habla de la Justicia y la injusticia, los ideales, las convicciones, de cara a promover y mantener un estatus de justicia social y global. Nos habla de fenómenos radicales en los que no se pueden inhibir los miembros de una sociedad.

Así pues, toca mojarse. Y puede hacerse de diferentes maneras: distribuyendo información, investigando, manifestándose como cada uno pueda y sepa. Es hora de actuar.

Si con lo expuesto en este preámbulo astrológico miramos al mundo y lo que sucede respecto a la historieta que nos han contado y que han intentado que creyéramos, al menos para mí me parece evidente que las mentiras no se pueden sostener de forma indefinida.

Aunque muchos ya decíamos casi desde el principio que las hipótesis que se manejaban como realidades en cuanto al origen de lío pandémico eran incorrectas, no ha sido hasta diciembre pasado cuando una entidad de peso político como el Congreso de EEUU lanzó un informe que desvelaba cuestiones como el origen humano del bicho en cuestión.

En su investigación de dos años de duración, pasaron por las salas dispuestas para ello un montón de personas, conocedoras de la trama ocultada. Se mostró con pruebas cómo todo ha sido un montaje y que estructuras del Departamento de Defensa de EEUU han estado metidas en la trama.

Desde la financiación de los procesos de investigación hasta la propia producción de las aparentes soluciones llamadas equivocadamente «vacunas». Y, mientras tanto, los gobiernos lanzaban acusaciones perversas a quienes se permitían disentir o mínimamente mostrar un atisbo de duda respecto a la versión oficial.

Desprestigio, intentos de deshonra, caídas en desgracia, etc. Se sabía que, por ejemplo, varias agencias de información norteamericanas, entre ellas el FBI (ya desde 2021), no apoyaban la teoría zoonótica, teniéndola como altamente improbable… pero estaba bien claro quién mandaba. El gobierno de Biden era el amo que ataba con correas de butifarra a sus agencias.

Ayer mismo leí un artículo de los que me suelen llegar diariamente y a los que acostumbro echarle un ojo, que rubricó aún más la falsedad de este montaje y de los próximos a los que nos quieran seguir llevando.

Hacía referencia a que el gobierno alemán ordenó a comienzos de 2020 una investigación al BND, la agencia de inteligencia de cuestiones del exterior. O sea, gente que se dedica en tiempo completo a investigar, buscar y, en su caso, robar secretos guardados a cal y canto por terceras personas, bien sean particulares, organizaciones o incluso gobiernos.

Tras 18 meses de investigación, la agencia alemana mostró su informe a la entonces máxima responsable, Angela Merkel. ¿Qué decía dicho informe? Que con un 80-95% de seguridad, el bicho salió del laboratorio de Wuhan y no como consecuencia de una zoonosis.

¿Y qué hizo esa mala persona, dirigente de uno de los países más importante de la esfera internacional y punto de referencia de la Europa de los 27? Prohibió a la agencia que compartiera sus datos. silencio absoluto, mientras se alentaba desde la cúpula de la ciencia (con minúscula) la teoría de la zoonosis y se tildaba de «teoría de la conspiración» cualquier desviación de la verdad única.

En 2021, en el territorio germánico hubo un relevo en la jefatura, y el BND mostró el informe al nuevo dirigente, el Canciller Olaf Sholtz. ¿Cómo reaccionó este político? Pues, de nuevo, imperó el silencio, mientras se implantaba el pasaporte covid, se obligaba a la población a pasar por el aro de la «falsa vacuna» y se emprendían acciones punitivas contra los médicos que desobedecían las órdenes.

A finales del pasado 2024, y no se sabe a razón de qué, la Cancillería alemana mostró más flexibilidad en el tema y permitió que la información fuera compartida con el parlamento nacional, la OMS, la CIA, etc. Esta agencia de espionaje norteamericana dio a conocer al mundo a principios de este año 2025 lo plausible de la teoría de la fuga de laboratorio, descartando la teoría de la zoonosis proveniente del mercado de Wuhan.

Como ya he comentado antes, el propio FBI ya tenía evidencia en 2021 sobre esta realidad, pero tampoco se le tuvo en cuenta por quien ostentaba la jefatura de la nación. En cambio, la CIA sostenía, pero con baja certeza, el origen zoonótico del bicho, siguiendo la estela del montaje tramado por Fauci y Jeremy Farrar y destinado a suprimir cualquier posición contraria a su verdad impuesta.

No se puede desgajar del hilo conductor de esta turbia historia que Fauci fue «amnistiado» en los últimos días de la administración Biden de los posibles delitos futuros de los que fuere acusado en relación a este tema plandémico.

¿Cómo un gobierno puede amnistiar a una persona de algo de lo que no está condenado, y de lo que ni tan siquiera está acusado formalmente? Esto huele a «Excusatio non petita, accusatio manifesta». O sea, «una excusa no pedida, muestra una culpa manifiesta». Esto les importa un rábano. Sólo pretenden salvar de la quema a los jefecillos que han utilizado para sostener sus mentiras.

El otro caballero citado, Jeremy Farrar, dirigía entonces la Wellcome Trust, una organización benéfica de gran poder que se ocupa de financiar la investigación en salud y que, en la actualidad, ha puesto su foco de atención en el reparto de vacunas por todo el mundo. Pues nada, como premio a sus servicios se le aupó al puesto de director científico jefe de la OMS.

Ahora, la CIA, tras el soplo a la oreja de su colega, la BND alemana, ha decidido apostar por la tesis de la fuga de laboratorio sin resquicios abiertos a la duda en un informe de enero de 2025.

Otro ítem más. No sé si recordaréis el conocimiento que se tuvo durante el verano pasado de las reuniones internas del Instituto Robert Koch alemán, responsable del control y prevención de enfermedades infecciosas, dependiente del Ministerio de Sanidad alemán. Se dieron a conocer las actas de las reuniones entre 2021 y 2023.

Salieron a relucir concretamente las presiones políticas a las que fueron sometidos y que, desde el punto de vista estrictamente científico, no había evidencia de una incidencia epidémica, que más bien fueron casos de tests positivos forzados por los ciclos exagerados de amplificación que usaron en las PCR, poco que ver con la realidad de una epidemia galopante; que desde el 8 de febrero de 2021 ya sabían que la supuesta «vacuna» no evitaba la transmisión de la infección, etc.

Sabían de lo innecesario de cerrar las escuelas, de inocular a los niños, etc., etc. Pero ¿qué salió al exterior, a los ojos de la población, de esas reuniones de expertos? Mandatos, restricciones, obligaciones… como dice el Dr. Juan Gérvas, sin ética ni ciencia.

Y en España, ¿qué? Pues no hace mucho tiempo salió en una entrevista televisiva el ínclito Fernando Simón, la voz del gobierno durante el lío pandémico. Y describió con aparente tranquilidad la manipulación política de los datos y de los acuerdos a los que llegaban en sus reuniones, falseándolos.

Todo esto deja a las claras la poca vergüenza de esta gente: no sólo la de los políticos, que intentan manipular la realidad a costa del ciudadano y su alto nivel de estrés y miedo, sino también la de los mismos profesionales médicos que no sacaron los colores a esa gente y se quedaron ahí, perennes, fidelizados a la voz de su amo, permitiendo el engaño.

Por cierto… ¿Ha recaído o va a recaer alguna responsabilidad a toda esta gentuza por sus actos u omisiones?

Por ahora lo dejo aquí. Pero me parece que se entiende ahora el título elegido para este artículo, ¿no? Han perdido toda credibilidad. Ya no me creo nada que venga del gobierno, de los distintos gobiernos, de los políticos, de las instituciones y cuadros profesionales que teóricamente velan por nuestra salud, etc.

Cada información, sobre todo las que «chirríen» en mi interior con mi sentido común, van a tener que ser comprobadas o sopesadas por diversas vías, buscando voces que sí me merezcan credibilidad.

Salud para ti y los tuyos.