Segundo paso, identificar la dificultad
Si la cuestión del emparejamiento no está funcionando correctamente con una cierta insistencia, es necesario identificar las dificultades. Aquí las posibilidades son muchas y variadas.
Como ya es habitual en mi blog, y como deferencia a las personas que prefieren escuchar a leer, aquí dejo el enlace al vídeo del texto.
Como he adelantado en los anteriores escritos (aquí y aquí), la realidad nos muestra que, en muchas ocasiones, el emparejamiento se torna difícil de vivir plenamente.
En la mayor parte de casos, existe una fuerza inconsciente que nos impide formar pareja. Es como si irradiáramos el siguiente mensaje: no existo, soy transparente, no te arrimes, no sabes lo que te espera conmigo... o cosas por el estilo, dependiendo del conflicto base.
Nuestro inconsciente quiere evitar a toda costa que nadie atraviese la barrera y que se acerque lo suficiente como para conseguir emparejarse. Y no lo hace para fastidiarnos... Generalmente, sólo es un mecanismo de protección para, en la mayoría de las veces, evitar que se repita una situación de alta tensión que se aloja en nuestra memoria no consciente.
Es necesario saber que nuestro inconsciente opera siempre en presente. A él le da lo mismo que algo se haya producido ayer o hace tres o cuatro generaciones. El posible «peligro» sigue al acecho: la muerte del ser amado, la muerte o tragedia de un ancestro por parte de su pareja, el drama de un hijo, un amor imposible por la no aceptación de la familia...
Pero si no miramos tan atrás y enfocamos a nuestros padres, es posible que hayamos venido al mundo con un objetivo (su objetivo) muy marcado: cuidarles, sacar a la madre de una depresión, sustituir a un anterior hijo ya fallecido. Todo eso se marca en el inconsciente de la persona durante la gestación o en los primeros años de vida y dificultará que la persona mire más allá de ese programa marcado a fuego.
Una realidad que veo mucho en consulta es que venimos «emparejados» desde el inicio. No se trata de una pareja real sino de un hermano gemelo que sólo duró unos pocos días o unas pocas semanas. Un ser que no fue viable y que, tras reabsorberse y desaparecer, no fue identificado por nadie: ni por la madre ni por ninguna ecografía.
En estos casos de un gemelo perdido, puede haber todo un muestrario de posibles conflictos: desde una desubicación en la vida, un estar constantemente buscando algo para completarse, para llenarse... y no lograrlo, una sensibilidad a la soledad, saltos continuos de pareja en pareja sin poder dar con aquél al que busca en su inconsciente, una resistencia irracional a emparejarse para que no vuelva a suceder la misma tragedia. A veces, no hay problema en el acoplamiento de pareja pero lo que se tiene claro es no querer tener hijos... o sobreviene una infertilidad...
También podemos identificar conflictos de base en cuanto al emparejamiento observando el primer modelo real de pareja que hemos tenido: nuestros padres. Desde la carencia afectiva hasta los grandes conflictos (tipo lanzamiento de platos, agresiones de cualquier clase), pasando por separaciones traumáticas. Todo esto puede generar en la criatura altísima tensión unida al tema «pareja». Y eso, sin duda, cala profundamente en nuestros inconscientes.
También pueden generarse conflictos en el emparejamiento a partir de abusos sexuales sufridos por la propia persona durante la infancia o primera juventud, bloqueos en el duelo por anteriores emparejamientos por muertes o separaciones dramáticas...
Mi experiencia clínica es que todo lo expuesto anteriormente se puede explorar, identificar y trabajar de cara a actualizar la información depositada en el inconsciente con otros contenidos con los que la persona no se deje llevar irracionalmente por las fidelidades construidas o por las secuelas de los programas grabados previamente.
Como ya he comentado en los anteriores escritos, he organizado un taller vivencial con este tema del emparejamiento para el sábado 28 de septiembre.
Salud para ti y los tuyos.